domingo, 1 de marzo de 2009

Rituales, manías y otras locuras

Hace unos días estuve viendo, de nuevo, “Mejor imposible” con unos amigos, la película de Jack Nicholson y Helen Hunt, que además fue una de las triunfadoras en los Oscars de hace ya unos cuantos años.

El papel de maniático obsesivo compulsivo es de lo más gracioso, pero fuera de la pantalla es algo que pasa en la realidad y acarrea graves problemas a las personas que los padecen (en los casos más extremos).

Nunca dejan de sorprenderme mis amistades. Discutiendo sobre la película me entero de que algunos amigos, y allegados en general, tienen ciertas manías y rituales que bien merecen ser nombradas aquí (no daré nombres, claro).

Me hizo gracia una que es de lo más surrealista e incómoda. Pónganse en situación: una discoteca llena de gente en la que está la típica barra para servir copas; bueno pues este chico me comentaba que si quería tomar un refresco, hasta llegar a la barra debía contar todos los pasos que había desde el comienzo hasta el final de su trayecto. Así por ejemplo, dependiendo del lugar, pueden ser muchas o pocas zancadas. Lo gracioso del tema es que si al llegar al destino el último número que cuenta es impar, ha de volver al sitio en que comenzó a andar y a repetir la cuenta de pasos de nuevo hasta que el número de llegada sea par (¿¿……??).

Otra muy interesante le afecta a un chico propietario de un chalet con una gran parcela ajardinada. Al ser un terreno tan grande, lógicamente, tiene un teléfono fijo inalámbrico que en época de buen tiempo, al estar casi siempre en el jardín, lo más normal y cómodo es llevarlo encima que dejarlo en su base colgado. Pues no. En su caso la lógica no funciona como debería; aunque suene 100 veces en un mismo día, este mozo siempre vuelve al interior de la casa para cogerlo o colgarlo aunque sepa que a los cinco minutos le van a volver a llamar. Imaginen: sale al jardín (1200m2) se mete en la piscina y…llaman, pues nada nada, vuelta a empezar, sale rápidamente, se seca, corre a toda velocidad hasta el interior de la casa y atiende la llamada (si llega a tiempo, claro).

Acabaré con una muy curiosa. Se trata de un chico que tiene la sana costumbre de cepillarse los dientes antes de irse a la cama (hasta ahí normal, vaya). La cosa se torna surrealista a la hora de dejar el cepillo en su recipiente ya que éste ha de quedar boca arriba y con las cerdas inclinadas ligeramente hacia la derecha. No contento con haberlo hecho, vuelve una o dos veces más durante la noche al cuarto de baño para comprobar que el cepillo sigue inclinado hacia el mismo lado en el que lo dejó.

Son casos reales y que me parecen curiosos, aunque ciertamente entendibles ya que quien más o quien menos tiene sus propias manías, ¡incluso yo!, pero ése ya es otro tema…

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