Nunca he entendido muy bien qué significaba eso de “el espíritu de la Navidad” pero viendo lo que ha pasado en la cárcel de Picassent (o centro penitenciario, como ustedes quieran) ya me voy haciendo una ligera idea.
Resulta que estas pasadas fiestas se programaron, excepcionalmente, diversos espectáculos lúdicos para divertir a los presos y sacarlos de sus rutinarias actividades. Bravo por el número de circo con sus saltimbanquis y funambulistas, pero –ufff, mal, muy mal, por el número de strip-tease con despelote, vibradores y leche condensada incluida.
Pero vamos a ver, una cárcel, que yo sepa, (según las señales de tráfico: centro penitenciario, insisto) es un lugar al que la gente acude, contra su voluntad, a cumplir un castigo por haber quebrantado la ley en mayor o menor medida, y obviamente en ese centro va a haber desde simples manguis de gasolinera hasta violadores y demás angelitos. Si ponemos a una señorita “bien dotada” despelotándose a ritmo de tambores y provocando al personal allí presente, en medio de un pabellón lleno de maltratadotes y violadores, no acabo de entender hasta qué punto ese tipo de actos pueden favorecer la reinserción social.
El acto en sí no me parece denigrante para la mujer ni nada de eso, pero en un contexto tan definido como ése si que me parece una temeridad por parte de la dirección del centro arriesgarse con algo de tal envergadura. Es obvio que no pasó nada pero tampoco creo que sea una excusa en la que ampararse para decir que el personal se comportó civilizadamente, obviamente también son personas humanas, pero no creo que sea el camino a seguir por muy Navidad que fuera.
Imagínense ustedes que una persona tiene una gran adicción al chocolate y está intentando dejarlo para ganar en salud, pero va y resulta que un amigo le lleva por sorpresa a Suiza a hacer una visita guiada por la fábrica de Milka; vamos… la palma dulcemente. Es una comparación un poco cogida por los pelos pero creo que sirve para que me entiendan lo que les quiero decir.
Por tanto, Navidad es: compren desaforadamente, cometan excesos con las comidas, tírense al jefe el día de la cena de empresa y pongan a una stripper en pelota picada en el patio de recreo de la cárcel; seguro que Santa y Baltasar dan el visto bueno.
viernes, 16 de enero de 2009
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